La Inteligencia Artificial avanza y la cirugía estética se somete a las leyes de los algoritmos creando unos cánones que corresponden a la aceptación de la idea de belleza fruto del análisis del Big data. Paisajes, casas, animales son creados para el metaverso y películas como Avatar (2022) son concebidos siguiendo también cánones compartidos. Parece estar cada vez todo más controlado, pero cabe preguntarse fuera de la actuación de cualquier máquina capaz de recolectar, almacenar y procesar información, qué es la belleza en el siglo XXI. El cine, la pintura, la arquitectura, la literatura y el propio cuerpo humano se forman y se transforman en base a criterios estéticos que se construyen con herramientas como las de análisis (MIT, 2022), que puntúan la belleza en base a métricas preconcebidas por máquinas que atienden a encuestas y transforman las respuestas en números y en datos que determinan después los estándares. Sin embargo, afortunadamente, la belleza que nos atrae parece escapar a las máquinas y a los algoritmos y mantiene un componente alto de subjetividad, de irracionalidad; es la belleza del puntctum de Barthes explicado en la Cámara lúcida (1980), aquello que nos toca de forma emocional, inexplicable, a cada uno de forma distinta; es la belleza intangible, de la bondad, de la pureza de aquel ideal humano que trasciende, se escapa de lo material y mundano y se logra en lo Divino. La cuestión de la belleza en la comunicación se abre a este nuevo número de la revista Comunicación y Hombre.
Publicado: 2024-01-27